domingo, 16 de junio de 2013

Otra tragedia ferroviaria

Muchas son las investigaciones que se están haciendo, las que permitirán saber qué fue lo que ocurrió la mañana del pasado jueves en el trágico suceso que se cobró tres vidas y más de trescientas personas heridas. Habrá que esperar a que los especialistas hagan su trabajo para saber las verdaderas causas que produjeron el choque de trenes que mantiene consternada a nuestra sociedad. Hasta que eso no suceda, hablar de culpables sería apresurado.

De lo que sí podemos hablar es de aquellos que hablan sobre el tema, con una intencionalidad que va más allá de fines informativos.
En momentos como el que vivimos desde hace ya varios años, en esa lógica de costo/beneficio político con la que funcionan los medios de comunicación sin excelencia comunicativa, hay que saber diferenciar aquellos que intentan hacer "leña de árbol caído" de aquellos que sólo pretenden informar. Por ejemplo, el diario español El Mundo, en su edición digital publicó una nota titulada "Un accidente esperado"1. Tal titular, mal que me pese, no creo que esté alejado de la verdad. Ahora bien, ¿esperado por quién (o quiénes)?, ¿por aquellas personas que, como todas las mañanas, se tomaban dicho tren para ir a trabajar?, ¿por aquellas personas, civiles o especialistas, que se acercaron al lugar del hecho para ayudar?, ¿o por aquellos que ven esta tragedia como una prueba más de la incapacidad del gobierno nacional para solucionar los problemas de la gente?
Así como al ministro del Interior y Transporte le cuesta creer que lo sucedido haya sido intencional, a quien escribe, le cuesta imaginar, que haya gente que espere este tipo de noticias.

La responsabilidad del Estado en este hecho es incuestionable, y debe quedar a disposición de víctimas y familiares, tanto en la atención médica y psicológica, como en la averiguación de las causas del hecho, y la consecuente búsqueda de la justicia o reparación según corresponda. Pero además debe continuar y profundizar el proceso de recuperación del sistema ferroviario, el cual se intensificó sobre todo en el último año. Es un gran desafío, y altas las sumas de dinero, tiempo y recursos humanos que deben ser destinadas a dicha recuperación. Paralelamente, debemos tener bien claro que no existe una solución rápida (mágica) que revierta de un momento para otro, el vaciamiento y abandono que sufrieron los trenes en la Argentina durante años. Pretender eso sería, como mínimo, una ingenuidad.